Mi Propiedad Intelectual

Lain Cortés González
7 min readMay 6, 2018

Heme de nuevo frente al teclado, un poco atontada por la ingesta extraordinaria de marihuana de ayer, aprovechando que mi padre no estaba, con la desafortunada interrupción de un hermano de él. Las ideas son muchas y todavía siguen en el aire. Sin embargo ellas no nacieron ayer, son de una constante tensión y observación de como funciona Internet ahora — o al menos la parte humana, la forma en que los humanos la usan, especialmente para compartir arte, suyo o no, y las formas en la hegemonía de las modernas democracias liberales y el mundo globalizado ha dado forma a la creación, distribución y la democratización del arte y la tecnología. Acá mi pequeñito aporte.

El capitalismo en el que vivimos, que parece que repta algunas veces, otras veces vuela, ha hecho que la forma en que hacemos arte o creamos nueva tecnología sea particularmente interesante; la utopía de los valores burgueses empieza a ser el común denominador de toda creación artística e ingenieril del nuevo mundo construido sobre las cenizas de miles de trabajadores y gente empobrecida: todos queremos absoluto reconocimiento y control sobre nuestras creaciones por encima del placer mismo de crearlas o disfrutarlas atadas a nosotros de forma libre y arbitraria; somos burgueses de corazón en nuestra creatividad. Nuestra creatividad es burguesa. Ésto es perfecto, para el neoliberalismo y el capitalismo puesto que crea esclavos del reconocimiento desde la otredad, nunca es uno un ente que disfruta de su propio trabajo, siempre se es un actor vanidoso ansioso de reconocimiento. No me extraña entonces que el cine y la televisión sean unas de las ramas del arte que más haya sido arrastrada por los artistas y dueños de estudios modernos.

Todo proceso y resultado de un proceso creativo — tecnológico y artístico — se vuelve una mercancía en la pesadilla corporativa, capitalista y neoliberal con hediondas tendencias fascistas en la que vivimos y soñamos. Trolles de patentes y compañías adueñándose de todo producto del trabajo de sus empleados. Vivimos en una sociedad feliz y capitalista donde solamente se crean iteraciones y monopolios de la creatividad. El copyright, forma de reconocimiento mezquino para el individuo raso y una figura de monopolización para los dueños de medios de distribución y de difusión artística y de los medios de producción resultado de innovaciones tecnológicas y de producción de nuevas mercancías de producción, forma solamente un impedimento para la innovación. En el capitalismo — y sus reglas — todo se agota hacia la alienación o hacia una nada incapaz de inventar o de crear, es una nada en donde todo termina muriendo sin haberse consumido alguna vez. Nuestra realidad es una iteración, un parche menor de lo que solía ser cuando fue la primera vez que estuvimos consciente de ella, y luego de la siguiente, y de la siguiente:

Could it be that there are no breaks, no ‘shocks of the new’ to come? Such anxieties tend to result in a bipolar oscillation: the ‘weak messianic’ hope that there must be something new on the way lapses into the morose conviction that nothing new can ever happen. The focus shifts from the Next Big Thing to the last big thing — how long ago did it happen and just how big as it? (Mark Fisher, 2009)

La creatividad y la innovación se vuelven propiedad privada y por lo tanto una mercancía a la que toda persona aspira a poseer o alienar tal principio, pues casi cualquier proceso industrial se puede patentar, y toda obra es producto de un artista inspirado en arte previo. Las posibilidades son cada vez más reducidas y crea un ambiente donde la creatividad tiene límites y la entropía generada en el campo creativo se acerca a su máximo valor en donde permite a los individuos ser libres de crear. O sea, los derechos de autor y las patentes ultimadamente terminarán ahogando a todo rastro de creatividad en los procesos de producción y terminará matando al arte por que ¿se puede decir que hay arte si no tengo la libertad de inspirarme en otras personas? ¿es realmente posible para una persona, en esta inmensidad histórica que ha transcurrido, crear algo desde cero y totalmente original? Lo dudo. El arte y todo proceso de innovación tecnológica necesita de completa libertad para su pleno desarrollo, así sea plagiar, usando la parla neoliberal de las casas disqueras, a otros artistas. Algo similar pasará con el sistema económico en el que tal sistema se encuentra circunscrito:

Here’s a summary of what I’ve learned since the day Lehman died: the next generation will be poorer than this one; the old economic model is broken and cannot revive growth without reviving financial fragility. (Mason, 2017)

Más pobre en ideas, pobre en creatividad y así la creatividad parece reinventarse; pero amamos series de televisión como Stranger Things o Everything Sucks donde nos aglutinamos alrededor de un monitor para revivir épocas pasadas. En ninguna otra época cómo ésta se ha visto tanta nostalgia por tiempos pasados; especialmente en el arte. ¿Han visto algún revival de la época de la década de 1940 hecho en1970? Y no, no me refiero a un medio que trata de explorar y presentar la cultura de tal época, sino la de reutilizar tales ideas y tales memes en un frasco ficticio de innovación o de novedad como al que se le quiere envasar a Stranger Things.

La novedad se ahoga y la escondemos detrás de la idea de que las ideas y las emociones se pueden poseer como poseer una prenda de vestir — es mía y de nadie más, no la comparto ni disfruto realmente de ella, y cualquiera que quiera usarla que pague renta. ¿Y qué tiene que ver reciclar viejas ideas? Pues eso queda cuando innovar es caminar en un camino minado de trolles de patentes o de autores que honestamente creen que puede poseer lo intangible y guardárselo para sí mismos, como si realmente eso fuese lo que alimenta su ego y su vanidad de artista y no la difusión de sus creaciones y el reconocimiento que reside en la copia o en el crear inspiración para nuevo arte. Y finalmente en un etapa aún más tardía nuestro sistema en verdad requerirá nuestra servidumbre económica, nuestra renta por usar o crear cualquier cosa, pues poco quedará sin patentar o sin ser reclamado como arte o producto con autor o creador burgués.

Es en este contexto que es interesante la intervención de los movimientos como el software libre o las licencias de creative common, donde se aprovechan — parcialmente — del sistema de copyright precisamente para subvertir estos grilletes legales que se tienen sobre la creatividad:

…Anyone who doesn’t like Linus’ [Torvalds] decisions about Linux can fork the code base, start his own effort, and compete for developer and user attention on a legally equal footing. That is the essence of the bazaar. (Vaughan-Nichols 2004)

Donde usualmente las mismas licencias son ejercidas y forzadas por la misma comunidad, díganse los usuarios o los creadores mismos. Y hecho para atrás, pues la adopción de tales medidas, de tales licencias y formas de innovar y crear han sido adoptadas y utilizadas por empresas con prácticas nocivas y de la vieja escuela como lo es Microsoft o Apple Inc. El eterno principio del neoliberalismo de absorber todo discurso, inclusive el que se presenta como hereje a sus propósitos originales, es así como ni un solo proceso creativo y método de protección de obras queda por fuera del capitalismo y siempre pasa a servir como una nueva cabeza pensante de la hidra.

What we are dealing with now is not the incorporation of materials that previously seemed to possess subversive potentials, but instead, their precorporation: the pre-emptive formatting and shaping of desires, aspirations and hopes by capitalist culture. Witness, for instance, the establishment of settled ‘alternative’ or ‘independent’ cultural zones, which endlessly repeat older gestures of rebellion and contestation as if for the first time. ‘Alternative’ and ‘independent’ don’t designate something outside mainstream culture; rather, they are styles, in fact the dominant styles, within the mainstream. (Mark Fisher, 2009)

No, no se puede jugar bajo las reglas del sistema, el sistema siempre absorberá tales nuevas reglas — la novedad. Es imperativo renunciar a tal sistema, abolirlo y destruirlo para siempre. Tales contradicciones, condiciones paradójicas y alienantes deben ser mostradas y pensadas de forma consciente, nos hemos movido en un realismo ilusorio en donde una licencia o una patente es garantía de nuestra propiedad, de que nuestras ideas son nuestras y nuestros méritos son absolutos, pero ¿cómo se podría llamar propiedad a algo intangible que tiene ser protegido por el Estado? ¿No es el dueño de algo aquel que pueda ejercer poder sobre aquello que se pretende poseer? Es entonces claro que tal sistema en el que vivimos realmente nos despoja del disfrute de nuestras creaciones y de nuestra propiedad, nos crea ansiedades y tensiones innecesarias y que atentan con nuestra libertad de elegir de deshacernos de todo aquello que no queremos y de conservar lo que pensamos y podemos como nuestro. Se desvirtúa el lugar de donde proviene el disfrute de la actividad creativa, se subordina a nuestro ego — fantasma del que tenemos que deshacernos — o si no, se crea en favor de un pez más grande, siendo simplemente un engranaje más en la maquila de ideas para vender como una mercancía en el inmenso centro comercial en el cual hemos convertido al planeta y todo quehacer humano y creativo.

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