Ensayo de un Cuerpo y su Parásito.

¡Gloria a mi ego, bendito sea!
Gloria a él que, aunque
sigue enroscado en sí, asustado,
me ha permitido poseer
un cuerpo en el que puedo habitar,
un cuerpo que puedo admirar,
un cuerpo el cual me ha hecho llorar.
Me permitió poseer sierras
que crecen con cada respiro
aduraznadas y llenas de esperanza,
y que se empequeñecen con el alivio.
Me dio la oportunidad de
tener piernas que caminan,
caminan de manera distinta,
suaves y necias,
desgraciadas y torpes.
Del cuerpo todavía resiento,
pero de él he tomado sus manos,
grandes, porque grande es mi
urgencia de amar y de dar cariño.
A este cuerpo lo he silenciado,
por mucho tiempo, lo he escondido,
tanto que de moverse teme ser
recriminado, lo menos,
apedreado, lo más.
De él me he robado a mí misma.
Este es mi cuerpo, el cuerpo
el cual mi ansiedad y mi melancolía
son sus parásitos, no es el mejor
pero no tengo opción.